Pepinos y Erasmus

Pepinos y Erasmus

Las decisiones aprobadas en el seno de la Unión Europea repercuten directamente en el día a día de todos los ciudadanos. Aunque se trata de instituciones lejanas físicamente, las medidas adoptadas en Bruselas afectan a la más inmediata cercanía de todos los europeos.

Sin embargo, a pesar de su implicación directa sobre nuestro quehacer cotidiano, la mayoría de los ciudadanos no sienten cercanas a las instituciones europeas, en particular en los países que más han sufrido la crisis económica. La imagen que guardan de ella se corresponde a la de una macroestructura burocrática que tiene más que ver con los gobiernos y los intereses económicos que con los ciudadanos y los intereses sociales. El Brexit es un ejemplo claro de las consecuencias impredecibles que puede provocar la desconexión entre los ciudadanos y el trabajo que se realiza en el ámbito europeo. No sólo a nivel institucional, también a niveles relacionados con la influencia de intereses económicos, políticos y sociales.

Recordemos aquel episodio hilarante en el que la Comisión se empecinó en regular la curvatura de los pepinos…

Bruselas está lejos. ¿La razón? Nadie entiende lo que se hace en Bruselas. Las políticas y los mensajes de la UE se reciben poco adaptados a las necesidades cotidianas de la gran mayoría de los ciudadanos. O peor, en ocasiones incluso se perciben ridículas: recordemos aquel episodio en el que la Comisión se empecinó en regular la curvatura de los pepinos, lo que sigue siendo motivo de mofa en los corrillos de la Plaza Luxemburgo (para el que tenga curiosidad, el texto es el Reglamento (CEE) nº 1677/88). En definitiva, la sensación de lejanía y legislar chorradas es el caldo de cultivo para que proliferen los extremismos y el euroescepticismo.

Pero no todo es oscuro en nuestro continente. La Unión Europea es y debe ser aplaudida por muchas políticas que sí han hecho avanzar al proyecto europeo. Uno de los mejores ejemplos es el Programa Erasmus, en el que tuve la oportunidad de participar.

¿Qué mejor manera para generar sentimiento europeo que haciendo que los ciudadanos se mezclen en un contexto tan enriquecedor como es el académico? Este año 2017 es el 30º aniversario del Programa y desde sus inicios ha cosechado una cantidad de éxitos percibidos por la ciudadanía incomparable al de otras políticas de la UE.

Supongo que el Programa Erasmus nacería como cualquier otra idea brillante: respondiendo a una pregunta muy específica. En este caso, dicha pregunta pudo ser “¿cómo podemos hacer que los jóvenes se sientan más europeos?”. Seguro que surgieron decenas de respuestas posibles. Y una de ellas fue la semilla que ha dado lugar al Programa que es hoy 30 años después, el cual tiene un enfoque de mejora continua. Erasmus supuso, por tanto, una innovación en el proyecto europeo. Un diseño realmente adaptado a un sector de la población, en este caso, los estudiantes europeos. Una nueva línea de acción sin precedentes en el trabajo por un sentimiento de pertenencia a Europa más fuerte.

Lo que está claro, es que el diseño del Programa Erasmus se hizo desde la mentalidad de un estudiante europeo. Y lo que también está cl​​aro, es que las normativas sobre los pepinos no tuvieron en cuenta a aquellos que cultivan pepinos, y tampoco a aquellos que los consumen. Por tanto, cuando se diseña centrándose en las necesidades de los usuarios finales, el éxito está asegurado.

¿Y si Bruselas fuera capaz de diseñar políticas y leyes poniéndose en la piel de los ciudadanos europeos?

Los diseñadores de producto piensan de una manera muy particular para llegar a sus clientes y usuarios. ¿Y si la UE utilizara ese “pensamiento de diseño” (Design Thinking) para que los ciudadanos la percibieran más cercana? El Design Thinking pone el foco en el usuario final: en sus necesidades, deseos y prioridades no satisfechas, con un proceso estructurado para resolver problemas y fomentar la innovación. Un proceso que consiste en Empatizar, Definir, Idear, Prototipar y Testear para buscar soluciones a problemáticas reales.

La Unión Europea tiene un enorme trabajo por delante para rellenar el gigantesco hueco existente entre los odiosos pepinos y el exitoso Erasmus. Si Bruselas “diseñara” más y “legislara” menos, otro gallo cantaría. Los ciudadanos europeos queremos más Erasmus y menos pepinos rectos. Los ciudadanos europeos queremos innovación.

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