El Design Thinking se puede (y se debe) comer
Delicious ice-cream being scooped out.

El Design Thinking se puede (y se debe) comer

En mis talleres siempre digo “cuando estéis en la fase de observación, intentad descubrir las emociones de las personas, sus deseos, sus necesidades más profundas: quiero que sepáis hasta su sabor preferido de helado”.

Cuando piensas en comida, en una cocina o en cierto tipo de plato, comienzas a salivar hasta que sientes que la barriga te lo pide, y luego empiezas a pensar en lo delicioso que es o en lo mucho que echas de menos ese sabor…

¿Sabrías decir cuál es el helado preferido de tu cliente?

¿A que ahora mismo estás pensando en esa comida que te encanta y te estás imaginando lo sabroso, apetitoso y satisfactorio que sería comerlo en este momento? Por ejemplo, piensa en una fondue de chocolate. Imagínala delante. El olor a chocolate derretido enciende tus sentidos, hay frutas como fresas, frambuesas y uvas al lado, junto con galletas, pretzels, trozos de bizcocho… ¡Las ganas que dan de meter el dedo y rechupeteárselo! Mmm…

Y ahora piensa en innovación: brainstorming, análisis, entrevistas, mapas mentales, journey maps, prototipos, y ¡PAM!, te acabo de cortar el rollo. Y yo me encojo de hombros porque sé que esos “palabros” no tienen nada de apetitoso. Lo sé, estáis decepcionados. Pero dejadme explicar cómo el diseño, el pensamiento y la comida se conectan entre sí como las personas nos conectamos con nuestros amigos y seguro que, después de esto, veréis la comida (y quizás los negocios) de una manera diferente.

El Design Thinking es un enfoque sobre el uso de estrategias creativas para innovar o mejorar un producto o servicio. ¿Y la comida? La comida es amor, la comida es la esencia de la cultura, y bueno, se te hace la boca agua con el olor de los cruasanes recién horneados de la panadería de enfrente o mientras esperas a que te traigan a la mesa la hamburguesa de la que tenías antojo. Y no es sólo porque huelan bien o tengan un sabor delicioso: muchas veces es porque nuestros sentidos nos transportan a sensaciones y emociones que van más allá del sabor y el olor. Podemos conectar con memorias, recuerdos, experiencias pasadas: recordemos al crítico de restaurantes de la película de Ratatouille. Lo curioso, o lo verdaderamente interesante, es que el Design Thinking trata de llegar a esas emociones y deseos profundos para diseñar productos o servicios adaptados a ellos.

Diseñar en base a las emociones y las necesidades profundas de las personas es la clave de la innovación.

Hay muchos cafés, restaurantes y negocios que no han funcionado después de su apertura. Las razones suelen ser la mala gestión, la mala ubicación, un marketing malo, etc. Pero pocas veces nos damos cuenta del verdadero problema: la falta de ideas relacionadas con la comida en si misma. Y aquí es donde entra el Design Thinking. Las herramientas que nos ofrece esta forma de trabajar nos ayudan a analizar los problemas y las necesidades de los consumidores y a generar las ideas para mejorarlo.

Hay muchos chefs en España y en el mundo que han utilizado la innovación en la cocina, como Ferran Adrià, un chef de talla mundial, quien optó por la innovación y la creatividad en vez de la tradición de la vieja escuela. La cocina denominada “Fusión” tiene mucho que ver con el Design Thinking. ¿Qué quiere alguien a quien le gusta disfrutar de la comida? ¿Qué siente? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Cómo podemos innovar ofreciéndoles algo que ni siquiera sabían que deseaban profundamente? Los chefs de cocina que han decidido arriesgarse mezclando 2 ingredientes que a priori no pegan para nada, y sin embargo pegan el pelotazo con su nombre o su restaurante, es porque han encontrado la respuesta a esas preguntas y la están ejecutando.

La innovación también tiene un poco de riesgo…

Por ejemplo, ¿podemos innovar en la forma de cocinar la carne? Lo hemos visto todo, ¿o todavía hay margen para sorprender? Si pasáis por París, en el Restaurante Privé de Dessert hacen un plato de carne… con chocolate. Y está de muerte.

La innovación tiene un poco de riesgo, y el primer paso del riesgo es hacer experimentos. Todos tenemos una cocina y varios ingredientes que podríamos mezclar aunque no sepamos a ciencia cierta qué va a salir de ahí. Seguro que lo que salga, no puede estar tan malo. Y en casa, en nuestra empresa, en nuestra zona de comfort, nada nos puede pasar. Entonces, ¿qué nos impide meternos en harina? ¡La barriga – el origen de los instintos, también en los negocios – lo que te pide es innovación!

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